Final y principio de la Reconquista

juanpabloII

Desde que en el año 722 la victoria de Covadonga prendiese la larga mecha de la Reconquista, hubo que esperar a 1989 para que un Papa pusiese pie en la zona cero de la recristianización de la Península. Sucedió en agosto de 1989, cuando Juan Pablo II, el más brioso, atlético, viajero y mediático de los Sumos Pontífices subió hasta la Cueva de la Santina y allí oró en solitario, después de haber hecho noche en el Real Sitio. Fue el gran acontecimiento, en términos de atención informativa, de aquella década que en Asturias fue la de las reconversiones y que quizá, en la estela de entusiasmo dejada por el Papa polaco y su ubicuo Papamóvil también cosechase alguna conversión. Para el recuerdo queda su estampa andariega y meditabunda por los Lagos de Covadonga y su precedente conversación en solitario, prosternado ante la Virgen que, según la tradición, ayudó a los rebeldes cristianos derribando los cascotes de la montaña sobre los sarracenos. Fue solo unas semanas antes de que el Muro de Berlín cayese, también reducido a cascotes, iniciando otra reconquista.