El grito desde el Elogio
A Gijón acababa de crecerle en el promontorio de Santa Catalina una escultura que era bastante más que eso; no solo por sus dimensiones ciclópeas de megalito o templo arcaico, o por el hecho de que se pudiera pasear bajo ella y asomarse al horizonte del Cantábrico, el mismo al que Eduardo Chillida quiso cantar con ese gran pórtico de hormigón armado. (más…)
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